Réquiem por los objetos sin dueño

¿No os ha sucedido alguna vez que salís a la calle y veis objetos que se ubican en el lugar más insospechado?

Salir a la calle puede convertirse en un ejercicio de interpretación farragoso, en un terreno donde todo es de todos, y convive un mundo de símbolos y señales, donde la máscara de lo anónimo permite la libertad de expresión en su máximo exponente.

Pero no nos pongamos metafísicos. Al grano. Como decía, a menudo, voy por la calle y observo objetos como un tacón sin pareja apostado en una esquina, zapatos de otra época y sentido estético, una maleta abierta, calzoncillos, bragas... todos esos objetos inertes, ajenos al caótico devenir del mundo, esconden una historia, lo cual me hace preguntarme que historia guardan tras de sí.

Por ejemplo, ese tacón de cenicienta trasnochada puede ser objeto de una huida de una fémina o incluso, ser usado como arma arrojadiza contra algún gañán que la esté molestando sexualmente y la requiera, sin éxito, para el alivio de tales deseos. 

Unas bragas o unos calzoncillos sucios dejan menos espacio a la suspicacia si cabe, una noche de pasión, un desliz sexual amparado en la complicidad nocturna de las callejuelas o por qué ponernos románticos, cuando quizás simplemente, alguien quería deshacerse de sus ataduras y decidió que podría estar más fresco yendo con todo al aire.  

Otro de esos objetos que me llaman la atención son las maletas. Estas pueden guardar mil historias y viajes recorridos, sentimientos, dolor y todo lo que conlleva una vida fútil y pasajera. Hasta la muerte puede ir dentro.

Luego están los símbolos callejeros: por todo el panorama callejero español, y por supuesto, de todo el mundo, está invadido de proclamas ideológico-políticas de todo tipo, arte del bueno y del malo, graffitis y por último, las zapatillas colgadas en un tendido eléctrico. La teoría más repetida habla de que el origen de colgar zapatillas en los cables hay que buscarlo en Nueva York, en los 80, aunque de ahí parece que se extendió, sobre todo, a los países latinos. Se dice que es una forma de marcar el sitio donde hubo un ajuste de cuentas entre bandas, la señal de un punto de venta de droga o la marca del lugar donde ha muerto un joven a manos de la Policía. 

Así que la próxima vez que andéis por la acera, observad bien lo que hay vuestro alrededor pues podéis acabar en una zona en la que os quedéis sin zapato, sin vida, o todavía peor, puede que piséis una mierda de perro.

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