El bipartidismo sigue reinando en Europa
Como si de un enorme
reflejo político se tratase, las elecciones al Parlamento Europeo dejaron el
pasado 25 de mayo un sabor a continuismo rancio, a las mismas caras de siempre
con líderes europeos que en nuestro país son para la mayoría desconocidos,
aunque tomen a con frecuencia decisiones relevantes que afectan a nuestra vida
diaria.
Pese a que desde
España, los resultados electorales se percibieron con una mezcla de sorpresa,
triunfalismo y vientos de cambio por la irrupción de Podemos en el panorama
europeo, a la hora de la verdad, la llave de las decisiones la siguen teniendo
los dos grandes partidos, los Populares europeos con el eterno Juncker a la
cabeza, y el partido de Socialistas y Demócratas, que dirigidos por un siempre
sonriente Martin Schulz, siguen haciendo de comparsa para tener unidos el
dominio efectivo del Parlamento Europeo, arrojando unos resultados de 221
eurodiputados azules y 191 rojos respectivamente. Por detrás de ellos sólo consiguieron
seguirles la marcha, tras la tropa de eurodiputados sin partido político, pero
con muchos menos votos, los partidos liberales y conservadores, y tras ellos, los
diferentes grupos de los conocidos como eurodiputados verdes.
Es por ello que, una
vez pasó la resaca electoral, en nuestro país la atención se enfocó más en los
nuevos cinco inquilinos sorpresa de Podemos en los escaños europeos que en el
ambiente de continuismo político y la influencia en el resto de Europa que estos
tienen junto a los Barroso, Draghi y compañía.
Si bien es cierto que
la campaña mediática previa de estas últimas elecciones, ha sido mucho más
intensa que las anteriores, también lo es que a día de hoy, en muchos de los
países europeos periféricos todavía se contempla con arraigado escepticismo la repetida
intención de este gobierno mastodóntico de llevarnos a un futuro mejor, aunque
eso signifique quemar y recortar a diestro y siniestro dejando miles de
víctimas por el camino, para salvar a los bancos, en base a las directrices de
la archiconocida Troika, que cada vez
más permite ver, por otra parte, tímidas señales de recuperación que aún están por confirmar.
Puede que sea sólo la
política del palo y la zanahoria o una mezcolanza de intereses de los
inversores, intereses políticos y financieros, y muy especialmente el resultado
del contrapeso alemán al estilo francés de hacer política pero en cualquier
caso lo que sí queda claro es que, con esta travesía por el desierto, mucha
Europa se está quedando por el camino, y hará falta bastante más que unas
cuantas sonrisas de fotografía en grupo para recuperar la confianza perdida y
ese sentido europeísta que, tal vez, nunca llegó a toda Europa.
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