Velero

Como un faro en la noche oscura

déjate llevar por la luz,

sigue la guía, sigue tu camino,

no hay barco sin destino ni puerto,

pues no hay más razón en sus velas que verlas volar al viento

sin estrellarse en las rocas, sin navegar perdido, sin rumbo,

más allá de su propio motor, de su razón de ser.

Navega, viaja y vive, es lo único que puedes saber al empezar,

pero sólo al vislumbrar las rocas sabrás, velero, donde has de llegar.

Donde está tu puerto, tu punto y final.

....



Una vez conocí a un tipo que se veía a sí mismo como una divinidad. Creía en el poder de la fé, como ninguna otra cosa en el mundo. Para él, la raíz de la vida, el motor de la humanidad estaba en la fé en el ser humano entendido como un Dios en sí mismo, dentro de cada uno de nosotros.

El tipo no era politeísta. Según sus propias palabras fundó una religión única, filófoba, parasitaria y terrófaga. En esto último, hubo de reconocer tras una larga discusión frente a los raíles del tren, se parecía al resto de religiones mayoritarias y minoritarias.

"Todas las religiones se devoran así mismas, dominando y sometiendo al ser humano a su control, incluso su máximo representante, siempre, en la forma más sutil ha de rendirse a los designios del susodicho Dios" argumentaba el iluminado.

Pero en este caso, decía Andy,  porque así se llamaba el tipo, no debíamos seguir buscando fuera o dentro de la Tierra, ya que, más allá del alma y de todo lo trascendental, ese Dios estaba dentro de todos y cada uno de nosotros.

A decir verdad, la primera vez que lo ví me parecía un imbécil, un tarado, un charlatán más que intentaba imponer y exponer, a su manera, su propia debilidad, que no es otra cosa que su visión polarizada del mundo. Pero ese tipo flacucho y desaliñado, de tez morena y ojos profundos y esquivos, desvelaba, en el fondo, el secreto que había buscado durante milenios, la Humanidad, para redimirse a sí misma.

Y es que el hombre, siempre ha intentado superarse en todo, usando el cuerpo y la mente. "Pero hay que ir más allá" decía.

Esa fue la razón que le hizo sentarse frente a las vías del tren, a esperar.



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