Elogio de lo normal

En una época en que la clase media se está yendo a pique, en la que la crisis social, política, económica y de valores es rampante, emerge más que nunca una reivindicación de la esencia de lo cotidiano, en que lo normal se vuelve extraordinario, y un estamento social que en otros tiempos fue la insignia del Estado del bienestar, hoy, en su lento hundimiento, asistimos a un clamor popular que reivindica, a través de distintas vías de expresión artística, el orgullo de lo ordinario.

Películas como Carmina o Revienta (y muchos otros largometrajes de cine español), la canción de Manel (la Gent Normal) y otros tantos eslabones de la cadena cultural que vienen desarrollándose desde hace décadas son el testimonio vivo de una forma de vida que al menos en este país ha sido demasiado tardía como para poder ser plenamente conscientes de la misma y tan efímera que cuando se acabe quizás no sepamos muy bien a qué atenernos.

En el horizonte se vislumbra un futuro oscuro, como las ovejas que camino del matadero, no ve más allá de las cortinas oscuras que le separan de la muerte, pero cuyo balido quejicoso del rebaño le hace intuir un destino fatídico.



A medida que se va conformando en España una conciencia crítica sobre nuestros ejecutores, nos damos cuenta de que a priori tenemos tres alternativas ante el problema: escapar, gritar, o cerrar los ojos y callar. Cada uno toma su decisión, pero sin estar unidos, difícilmente podamos afrontar el futuro con éxito. Por eso, se hace cada vez más patente a través de los distintos medios de expresión, artísticos e informativos, como ese gigante presuntamente insumergible que era la clase media, da los últimos golpes de pecho sobre sí mismo y toca la melancólica canción de violines que precede al hundimiento de esta sociedad. Mientras tanto, otros cabestros prefieren parecerse a sus amos o incluso los defienden con la esperanza de que eso les salve la vida.

Quizá haya pasado demasiado poco tiempo para saber lo que fuimos, pero antes de entrar en el túnel, espero no olvidemos de dónde vinimos y  hacia donde vamos; pero sobre todo, me gustaría aprendiésemos de los errores cometidos en el pasado. Visto lo visto, lo dudo mucho, la verdad.


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