El vuelo de la golondrina

Estoy sentado en la terraza y observo, mientras la suave brisa mece mi pelo, el majestuoso vuelo de la golondrina.

Me gustaría ser como una de ellas, volar eternamente en el firmamento junto a mis aves compañeras. Sentir en mi pecho acochaldo de plumas el frescor del aire rozando todo mi cuerpo mientras el sol baña mis alas con sus rayos de calor incombustible.

Si realmente existe la libertad, sólo seres tan fantásticos como las golondrinas han podido sentirlo en toda su esencia. De ellas es el cielo y no hay ley, patria ni bandera que pueda arrebatárselo. Si hay un símbolo de la libertad, ese debe ser de la golondrina.

Como una golondrina percibo la suavidad del viento acariciando mi cara, por todo el cuerpo hasta que cesa la corriente. Anoche tuve un sueño y en el quería ser golondrina. ¿Es la ignorancia una cárcel o es la libertad?

No lo sé porque solo sé que sé demasiado. Más de lo que debería saber.

Contaba un viejo chamán del Amazonas que los hombres están hechos de carne y las golondrinas son trozos de sueños de libertad que los hombres nunca pudieron conquistar. Por cada sueño perdido, una golondrina vuela en el firmamento esperando en vano a que uno de nosotros, hombres encadenados a la realidad, le dé al fin alcance.

El hombre lleva miles de años creando miles de teorías ideológicas, luchando y exterminandose para alcanzar la ansiada libertad. Pero una vez más hemos sido superados por la Naturaleza. Con una sencillez pasmosa ha dado la libertad dotando de un par de alas a muchos animales.

Pero esa no es la única forma de libertad. El amor ,a veces, es también espontáneo y libre, y no hay nada que lo influencie más allá que el propio deseo de amar. Simplemente esa tendencia está dentro de nosotros, como la marca del ser humano único e irrepetible que somos,como una huella imborrable de nuestra manera de amar.

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